Al principio va a parecer difícil, pero con el tiempo vas a darte cuenta que todo es cuestión de tiempo. Simple.
Primero empezá por borrar todo lo que te hace acordar a él. La taza de los Ramones, dásela a tu vecino. Las fotos, tiralas al tacho. Los álbumes compartidos en Facebook, al tacho virtual. Borrá su nombre de la heladera, que los imanes con forma de letras ahora digan otra cosa, resignificá, dejá una palabra seca. Poné: adiós. El ejemplar de Rayuela dedicado, apoyalo en uno de esos bancos coloridos y solitarios de Plaza Armenia. Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos: es una trampa. Cagate en Cortázar. No sos Oliveira, tampoco sos Rimini y ustedes ya son el pasado. Dos años pasados por agua.
No leas a Fresán, es otra trampa.
Arrancá un taller de escritura creativa. Escribí sobre él sin nombrarlo. Contá sobre el encuentro en la librería del pasaje, poné que él era como los chicos que se divierten despellejando las cortezas de los árboles, solo que esa corteza era tu piel. Escribí en tercera para no hacer fuerza sobre la herida.
Dale vueltas al desamor. Enroscate. Llegá a la conclusión de que es cuando el amor se pone malo, como una fruta vencida, y pega debajo de la cintura y ensucia como el barro cuando llueve.
No escuches a Drexler, no le creas nada.
Liberate. Tuiteá que Los amantes del círculo polar te pareció una mierda para que te lea y se enoje. Eso. Lastimalo en tu cabeza. Regalale tu odio. Los hoyuelos que antes veías como un combo agrandado que venía con la sonrisa, ahora miralos como dos marcas que estropean el cuadro. La nariz roja por el acolchado de plumas no es tierna, es una alergia.
Acusalo. Acomodate en el colchón mullido donde descansan los mártires de las relaciones. Preguntate en qué fallaste, convencete de que en nada. ¿Quién puso punto muerto? ¿Quién terminó este cuento? Vos no.
Engañate diciéndoles a tus amigos que estás mejor solo, que no lo necesitás para hacerle frente al mundo. Burlate del andar de la mano. Vos podés con lo que hay.
Emborrachate hasta vomitar, primero solo, después en compañía. Hacé papelones. Perdé el celular que te trajeron de afuera. Comprate uno nuevo. Perdelo en un taxi.
Anotate en el curso de meditación que dan los jueves a las ocho en la calle Serrano. Buscá serenidad en el budismo moderno. Respirá. Exhalá.
Poné en Youtube el video de Space Oddity. Servite un vaso de whisky. Ponelo otra vez. Cantala en voz alta. Los domingos quedate tirado en la cama viendo películas en blanco y negro de Humphrey Bogart. Impostá la voz y hablá con la boca torcida frente al espejo. Repetí: Here´s looking at you, kid. Creete Humphrey Bogart. Vos también podés ser más duro que los demás. Convencete.
Tu mejor amiga va a decirte que no era para vos, que aproveches para acostarte con quien quieras. Acostate con quien puedas. Escribile al colombiano que conociste en el Matienzo. Ponele que lo querés ver. Invitalo a comer a tu departamento. Comprá un vino algo caro. Un Trapiche malbec está bien. Hacé unos fideos Matarazzo con salsa rosa. Tirale algún cuadradito Knorr para darle sabor. Llevalo a comer al balcón. Dejá puesta alguna lista medio romántica en Spotify, una con canciones de películas. Que suene el tema de Ghost. Dejalo hablar, dejalo tomar. Que el polvo sea en la cama, no improvises. Incomodate con sus pelos en tu hombro. Mirá fijo el techo blanco, no te duermas. Decile que tenes algo a las diez para que se vaya temprano. Andate vos también. Caminá por Gurruchaga hasta Santa Fe. Tomate el subte.
Vas a enterarte que salió con otro por un mensaje de Whatsapp de tu mejor amiga mientras viajás por la línea D. Ayer lo vi al quetejeidi con un tipo tamaño crossfit en un bar, te va a escribir. Me chupa un huevo, pasaron cuatro meses, contestale. Pensá en abrir las puertas del subte y saltar. No saltes.
Bancate los momentos de debilidad. Nadie dijo que es fácil. Tus amigos van a querer frenarte, te van a decir: no seas pelotudo, no quiere saber nada más con vos. Sé un pelotudo. Buscalo. Corré hasta la fiesta donde te enteraste que va a estar. Quedate sin palabras cuando lo veas hablándole al oído al de crossfit, seduciéndolo como te seducía a vos.
Masticá la bronca y saludalo cuando se acerque a la barra. Decile que lo ves bien. Va a agradecerte y va a preguntarte qué hacés ahí. Respondé con una excusa, decile que te enteraste por Facebook, que tus amigos están por llegar. Al final nosotros somos como Facundo y Narval, te va a decir. Hablale corto. Cuidá las formas, guardate el orgullo. Despedite diciendo que vas a buscar a tus amigos, que después volvés. No vuelvas.
Cuando esa misma noche te mande un mensaje a las tres y media de la mañana preguntando en qué andás, miralo despacio y respondé: acá ando.
Manuel Álvarez nació en Buenos Aires en 1986. Estudió Derecho y, desde hace un tiempo, escribe. Actualmente brinda talleres literarios y publica diversos textos para Ámbito Cultural y Zona de Obras de España, y The Fiction Review de México. Su cuento «Cementerio Club» fue publicado en la antología de cuentos Error 404 (Relee, 2017).